Absalón Méndez Cegarra
¿Qué es el
tiempo? Conceptualmente resulta difícil
responder esta pregunta, motivo por el cual se acude siempre a lo que podemos
llamar definiciones prácticas y operativas. El tiempo como abstracción es
complejo. Cada sociedad antigua o actual tiene nociones particulares sobre el
tiempo. El tiempo y su medición son creaciones humanas que responden a
circunstancias de vida de los seres humanos. El tiempo es constante,
permanente, lo variable es la medición del tiempo. El tiempo no pasa. Pasamos
por el tiempo. La forma de medir el tiempo ha variado según determinados
momentos históricos desde el origen del hombre hasta nuestros días. El tiempo,
sus condiciones y su medición son utilizados para distintos fines o propósitos.
Ellos van desde guías para orientar los cultivos hasta la determinación de
plazos o lapsos para el cumplimiento de las obligaciones, pasando por el uso
del tiempo en la navegación marítima, fluvial y aérea y la planificación de
todo tipo de actividades.
La incorporación
de la variable tiempo como elemento determinante en las concepciones del
bienestar individual y social nos ha sorprendido positivamente. En
investigaciones sobre el tema habíamos indagado o, mejor, procurado establecer
una relación entre la satisfacción de las necesidades y el esfuerzo de la
persona para lograr esa satisfacción. Por ejemplo, satisfacer la necesidad de
vivienda, supone para una persona, muchas veces, trabajar en exceso para cubrir
el monto de la cuota del crédito otorgado para adquirir la vivienda, además, de
los gastos por concepto de servicios, condominios, impuestos, etc. En
ocasiones, los gastos de vivienda consumen más del 50% del ingreso familiar, lo
que deja muy pocos ingresos para atender otras necesidades, de suerte que se
tiene satisfecha la necesidad de vivienda a expensas de dejar insatisfechas
otras necesidades, para cuya satisfacción la persona dispone de mayor
discrecionalidad. Este asunto, que, para
muchos puede parecer banal, es sumamente interesante en el momento de pensar en
la medición del bienestar.
El bienestar,
entendido, simplemente, como estar bien, tiene dos grandes dimensiones. Una
objetiva, material; y, otra, subjetiva, espiritual, que suele asociarse con la
idea de felicidad. Un refrán popular es especialmente gráfico para dar cuenta
de estas dos dimensiones del bienestar: “amor con hambre no dura”. En efecto,
la dimensión subjetiva del bienestar debe estar sustentada en la dimensión
objetiva del bienestar.
En Ecuador, se
ha creado un índice para medir el bienestar, que, a diferencia de todos los
sistemas de indicadores sociales conocidos, incorpora la variable tiempo, como
elemento fundamental para dar cuenta del bienestar de una persona y, por
derivación, de un colectivo de personas: el “índice de vida saludable y bien
vivida (IVSBV).
Este índice, a
decir, de Hans-Jürgen Burchardt, en artículo publicado en la Revista Nueva
Sociedad, N° 273, enero-febrero 2018, bajo el título: “Bienestar del tiempo:
respuesta latinoamericana frente a la crisis socioecológica”, “(… sintetiza los
conceptos de la filosofía aristotélica con la noción del “buen vivir”- basada
en la cosmovisión indígena, ampliamente popularizada en muchos países
latinoamericanos y que incluso se ha convertido en una razón de Estado y en un
derecho constitucional- e introduce sobre esta base el tiempo como unidad de medida central para determinar la calidad de
vida”.
El IVSBV, es,
una respuesta, digamos latinoamericana, a los enfoques y concepciones sobre el
bienestar en los que se privilegia el aspecto económico, bien, colectivamente,
por el tamaño del producto Interno Bruto y del ingreso per cápita o,
individualmente, microeconómicamente, por el ingreso personal-familiar y la
composición de los egresos, lo que remite al fenómeno de la riqueza o pobreza
personal-familiar y su medición, toda vez que lo opuesto al bienestar es el
malestar. Los esfuerzos científico-técnicos para medir el bienestar, con mucho
que se quiere incorporar la dimensión subjetiva, siempre terminan enfatizando
variables económicas.
Posición opuesta
la encontramos en el IVSBV, sin que este índice desestime para nada la
dimensión objetiva del bienestar, pero, al incorporar el tiempo como variable
fundamental en la medición del bienestar, confiere a la medición una dimensión más
abarcadora, comprensiva y cosmogónica del bienestar.
“El IVSBV
designa campos precisos en los que el bienestar se genera y se torna mensurable
dentro de su entorno. La buena vida adquiere así un carácter operativo. En
lugar del dinero, aparece ahora el tiempo como indicador central del
bienestar”. Con razón suele decirse, “el tiempo es oro” o “mi tiempo vale
dinero”, pues, bien, al examinar nuestro bienestar y calidad de vida, debemos
evaluar el tiempo invertido para lograrlo.
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